Todo lo anterior trae consigo sentimientos de tristeza, de desilusión, de inseguridad, de depresión, de enojo en contra del mundo que nos rodea, etc. Se pierde el significado de la vida muchas veces, cuando nos llega a pasar. ¿Para qué vivir? Hay una pérdida de identidad en nosotros ya que el mundo exterior no nos responde, sino que nos abandona, convirtiéndonos en víctimas en este valle de lágrimas.
Esta soledad puede ser fatal para muchos. La persona se enferma, se debilita, se marchita y si no muere físicamente, está muerta espiritualmente. Pierde el rumbo y el significado de su vida y de su misión.
La persona que sufre este tipo de pensamientos “ya no le intereso a nadie”, ”ya no tengo nada que hacer”, “no hay con quién pasear”, “a nadie le importa lo que yo haga”, “ya no me importa vivir”, “que tristeza, me quedé sola”, “no hay razón para esforzarme”, “¿quién me va a ver?” puede acabar con una depresión fuerte si no se detiene, y no quiere salir de ahí.
Esta situación es muy común entre los seres humanos pues no entendemos que el mundo es un conjunto de solitudes interactuando en él. Esto quiere decir de personas individuales, únicas, diferentes y por lo tanto solas en su esencia. No hay dos iguales, y en ese aspecto estamos solos. Sólo yo soy de cierta manera. Ésa es la maravilla del ser humano. Saber que no necesito de nada ni de nadie para realizarme, que soy un ser único con una misión única mientras esté vivo. Mi misión y mis decisiones en la vida sólo dependen de mí y de nadie más. Que pase lo que pase yo me tengo a mí mismo pues soy un ser lleno de capacidades y recursos con una serie de oportunidades únicas en la vida. Basta sólo con abrir la ventana de mi alma, en vez de estar lamentando por lo que ya no tengo junto, y ver todas las necesidades a mi alrededor, toda este mundo sin terminar, para poder encontrar mi misión y así, mi realización como ser humano.
La libertad de la que gozamos, gracias al libre albedrío que poseemos puede ser nuestro infierno o nuestra gloria. Todo depende de nosotros, de saber o no saber manejar el gran don de la solitud que nos pertenece. Hay que darnos cuenta que siempre habrá dos opciones a escoger ¿quiero vivir la vida con todos los retos que me proporciona o prefiero sufrirla? ¿Quiero ser víctima o líder de mi vida? ¿Qué pensamiento me lo está impidiendo? ¿Si yo sé lo que no quiero, entonces qué es lo que sí quiero? ¿Qué tengo que hacer para lograrlo? ¿Para qué me sirve lamentarme por algo que pasa en el mundo exterior en vez de agradecer el potencial que llevo dentro para poder actuar? ¿Qué tanto estoy consciente de que nadie va a hacer lo que yo deje de hacer? ¿Qué quiero que las personas piensen de mí y qué ejemplo quiero dejarles cuando yo ya no esté? Como vemos el verbo clave es el verbo “querer”. El poder está sujeto a qué tanto quiero.
Estas decisiones son sólo mías y de nadie más. Mi vida no puede estar condicionada a lo que pasa alrededor. Mi vida y las decisiones que tome, siempre serán mi responsabilidad (habilidad de responder) ante el mundo. Para poder pensar de esta manera tengo que entender lo que es la solitud.
Todos los seres humanos nacemos, morimos y vivimos en solitud. Lo único que tenemos es a nosotros mismos, y esa es la gran noticia. Nada ni nadie puede tener ingerencia en mi vida y en mis decisiones, a no ser que yo se la conceda y de esto tengo que estar consciente para poder responsabilizarme de mis conductas y mis estados emocionales.
La falta de responsabilidad en nuestra vida viene de la falta de habilidad para responderle a ella, a nuestra propia vida, pues nos dejamos invadir por todos los acontecimientos que nos pasan en el mundo exterior y contaminamos nuestro mundo interior.
Esta solitud que me pertenece es todo el potencial propio que llevo dentro. Empecemos a reflexionar sobre lo que pensamos de nosotros mismos y así darnos cuenta qué tenemos que hacer para despertar a esta solitud que es donde se encuentran todas las respuestas que necesitamos, y a la que todos tenemos acceso.
Programación Neurolingüística nos dice que “todos tenemos todos los recursos necesarios a cada momento”. Esto significa que en nuestra solitud (unicidad) es donde yo puedo ser tolerante, valiente, flexible, paciente, amoroso, seguro, fuerte, tener fe, esperanza y todo lo que me mueve hacia delante a una vida mejor.
Para entrar a esta solitud te propongo el siguiente ejercicio:
1.- Pinta un círculo imaginario en el piso enfrente de ti y ponle un color, el primero que se te ocurra.
2.- Piensa en un momento importante en tu vida donde te hayas sentido pleno, lleno de energía, feliz, con todas tus capacidades.
3.- Revívelo pensando justamente qué pasaba en ese momento, ¿que ves ahí? ¿Qué escuchas y cuáles son tus emociones en este lugar con lo que está pasando?
4.- Déjate sentir y en cuanto las emociones sean intensas, dá un paso y métete al círculo de color que colocaste en el suelo, con tu cuerpo erguido, tu cabeza al frente y respirando profundamente.
5.- Ahí cúbrete con ese color que pusiste en este lugar, frota las manos y álzalas por un momento. Respira profundo nuevamente y siente todas estas emociones.
6.- Baja tus manos y respirando dá un paso atrás y salte de ese círculo. Con este ejercicio, has formado un círculo de recursos y capacidades, al cual puedes entrar cada vez que lo necesites para tener acceso a todos estos recursos y que puede ir contigo a cualquier lugar. Lo único que tienes que hacer para obtener todos tus recursos es:
- Imaginar este círculo en el piso, en la silla o en cualquier lugar, donde lo pongas
- Respirando profundamente moverte hacia él
- Visualizar y sentir ese color que te invade y acceder a todas estas capacidades y recursos instalados ahí
Fuente:
http://www.estrategiaspnl.com