¿Cómo puede el auténtico hombre del Tao
atravesar las paredes sin dificultad
y permanecer en medio del fuego sin ser quemado?
No es debido a que sea osado o astuto
ni porque haya aprendido
si no porque ha desaprendido.
Su naturaleza se enraíza en el uno.
Su vitalidad, su poder,
se ocultan en el secreto Tao.
Cuando se es todo uno,
no se tiene ninguna fisura
por la que una cuña pueda entrar.
Por eso un borracho al caer desde un vagón
recibe contusiones pero no perece.
Sus huesos son
como los huesos de los demás,
pero su caer es diferente.
Su espíritu es uno.
No se da cuenta de que entra en un vagón
o que cae de él.
La vida y la muerte no son nada para él.
No conoce el temor;
se enfrenta a obstáculos sin considerarlos, sin preocuparse,
y los supera sin saber que saber que están ahí.
Si uno halla tal seguridad en el vino,
¿cuánta más hallará en el Tao?
El sabio está oculto en el Tao,
nada puede alcanzarle.
¿Cómo puede el auténtico hombre del Tao
atravesar las paredes sin dificultad
y permanecer en medio del fuego sin ser quemado?
Esta es una de las enseñanzas fundamentales y más secretas. Por lo común vivimos en la astucia, el ingenio y la estrategia; no vivimos como niños, inocentes. Planeamos, nos protegemos, nos fabricamos todas las salvaguardas posibles, pero ¿cuál es el resultado? Al fin y al cabo, ¿qué sucede? Todas las salvaguardas son destruidas, toda astucia demuestra ser pura estupidez . En último término la muerte nos arrebata.
El Tao dice que tu astucia no te ayudará, porque ¿qué es sino una lucha contra el todo? ¿Con quién eres astuto: con la naturaleza, con el Tao, con Dios? ¿A quién crees que estás engañando: a la fuente de la que has nacido y a la que finalmente volverás? Es la ola intentando engañar al océano, es la hoja intentando engañar al árbol, es la nube tratando de engañar al cielo? ¿A quién piensas que estás tratando de engañar? ¿Con quién estás jugando?
Una vez se comprende esto, un hombre se vuelve inocente, abandona su astucia, todas las estrategias y simplemente acepta. No hay otro sistema que el de aceptar la naturaleza tal cual es y fluir con ella. Entonces no hay resistencia, entonces se vuelve como un niño que va con su padre, en profunda confianza.
Una vez el hijo de Mulla Nasruddin llegó a casa y contó que había confiado en un amigo y le había prestado su juguete para que jugara con él, pero ahora el amigo no quería devolvérselo. "¿Qué debo hacer?" preguntó.
Mulla Nasruddin le miró y le dijo, "Sube por esta escalera". Así lo hizo el chico, confió en su padre. Cuando estaba a tres metros de altura, Nasruddin le dijo, "Ahora salta en mis brazos".
El chico dudó un instante y le dijo, "Si caigo, me haré daño".
Nasruddin le contestó, "Si yo estoy aquí no hace falta que te preocupes. Salta". El chico saltó y Nasruddin se apartó. El chico cayó por los suelos y empezó a llorar y a quejarse.
Entonces Nasruddin le dijo, "Ahora ya lo sabes. Nunca confíes en nadie, ni incluso en lo que te diga tu padre; no creas ni a tu padre".
No confíes en nadie, sino serás engañado durante toda tu vida. Esto es lo que todos los padres, todas las escuelas, todos los profesores te enseñan. Esto es lo que aprendes. No creas en nadie, no confíes, sino serás engañado. Te volverás taimado. En nombre de la inteligencia te volverás astuto, desconfiado. Y una vez un hombre se ha vuelto desconfiado, ha perdido contacto con el origen.
La confianza es el único puente, en caso contrario tu vida se malgastará por completo; luchas en una lucha imposible en la cual la derrota es una certeza, sucederá. Es mejor darse cuenta ahora, porque en el momento de la muerte todo el mundo descubre que ha sido una derrota. Pero entonces ya nada puede hacerse.
La verdadera inteligencia no es la astucia, es algo totalmente distinto. La verdadera inteligencia es mirar dentro de las cosas... y siempre que observas las cosas por dentro, descubres que eres tan sólo una ola, que el todo es el océano y que no hay por qué preocuparse. El todo te ha hecho, él te cuidará. Vienes del todo, no es tu enemigo. No tienes por qué preocuparte, no necesitas hacer planes. Y cuando no planeas, cuando no te preocupas, por primera vez surge la vida. Por primera vez te sientes libre de preocupaciones, y la vida te sucede.
Esta inteligencia es religión. Esta inteligencia te da más confianza y finalmente, la confianza total. Esta inteligencia te conduce a la naturaleza última, a la aceptación, lo que Buda denominaba tathata. Buda dijo: "Ocurra lo que ocurra, sucede". No puede ser de otro modo, nada más es posible. No pidas que sea de otra forma; déjate ir y permite que el todo opere. Y cuando permites que el todo opere y no eres una barrera, una resistencia, entonces no puedes ser derrotado.
En Japón, a través de Buda, Lao Tse y Chuang Tse, un arte particular se ha desarrollado denominado "zendo". Zendo significa el Zen de la espada, el arte del guerrero y nadie lo domina como ellos. El modo en que lo han desarrollado es supremo. Lleva años, incluso una vida aprender zendo porque el aprender consiste en la aceptación. En la vida ordinaria no puedes aceptar; ¿cómo puedes aceptar cuando un guerrero está ante ti esperando para matarte? ¿Cómo puedes aceptar cuando la espada es alzada contra ti y en cada instante, en cualquier momento, la muerte se acerca?
El arte del zendo dice que si puedes aceptar al enemigo, a la espada, al que te va a matar, y no hay desconfianza; incluso si el enemigo es el amigo y no estás asustado, sin temblar, te vuelves un pilar de energía, irrompible. La espada se romperá contra ti, pero tú no podrás ser destruido. No habrá posibilidad alguna de que seas destruido.
Hubo una vez un gran maestro de zendo. Tenía ochenta años, y, según la tradición, el discípulo que fuera capaz de vencerle le sucedería. Por eso todos los discípulos esperaban que algún día, les aceptaría su reto, porque se estaba ya volviendo viejo.
Había un discípulo que era el más inteligente, el mejor estratega, muy fuerte, pero no era un Maestro de zendo, tan sólo era hábil en el arte. Aunque era un buen guerrero y lo sabía todo sobre el arte de la lucha con la espada, no era aún un pilar de energía, estaba todavía asustado mientras luchaba. Tathata no le había sucedido todavía.
Iba al Maestro una y otra vez diciéndole: "Ya ha llegado la hora y te estás volviendo viejo. Pronto te volverás demasiado viejo para aceptar ningún desafío. Te reto ahora. Acepta mi reto, Maestro, y dame una oportunidad para demostrar lo que he aprendido de ti". El Maestro se reía y lo evitaba.
El discípulo comenzó a creer que el Maestro se había vuelto tan viejo y débil que estaba asustado, que intentaba evadir el desafío. Por eso una noche insistió e insistió hasta enfadarse y dijo, "No te dejaré en paz hasta que aceptes mi reto. Mañana por la mañana tienes que aceptarlo. Te estás volviendo viejo y pronto no tendré ocasión para demostrar lo que he aprendido de ti. Esta ha sido la tradición siempre".
El Maestro le dijo, "Si insistes, tu misma insistencia demuestra que no es el momento o que no estás preparado. Hay demasiada excitación en ti, tu ego anhela el desafío; todavía no te has vuelto capaz, pero si insistes, de acuerdo. Haz una cosa. Ve al monasterio vecino donde hay un monje que fue mi discípulo hace diez años. Se volvió tan diestro en el zendo que tiró su espacia y se volvió un sannyasin. El era mi sucesor por derecho propio. Nunca me retó, y es el único que podía haberlo hecho e incluso haberme derrotado. Por eso primero ve y reta a ese monje. Si puedes derrotarlo, entonces ven a mi. Si no puedes derrotarlo, olvídate de la idea".
El discípulo partió inmediatamente hacia el monasterio. Por la mañana estaba allí. Retó al monje. No podía creer que ese monje fuera un maestro de zendo: delgado y escuálido, meditando continuamente, comiendo sólo una vez al día. El monje escuchó, rió y dijo, "¿Has venido a desafiarme? incluso tu Maestro no es capaz de retarme, incluso él está asustado".
Al oír esto el discípulo perdió el control. Dijo. "¡Levántate inmediatamente! Aquí tienes una espada que he traído para ti porque sabía que eras un monje y pudiera ser que no tuvieras ninguna. Sal al jardín. Esto es un insulto y no te voy a escuchar".
El monje permaneció impasible. Le dijo, "Eres sólo un crío, no eres un guerrero. Morirás de inmediato. ¿Por qué clamas por una muerte innecesaria?".
Eso hizo que se enfadara aun más, por lo que ambos salieron afuera. El monje dijo, "No necesito la espada, un verdadero Maestro nunca la necesita. No te voy a atacar, sólo te voy a ofrecer la oportunidad de que me ataques para que se rompa tu espada. No eres rival para mí. Eres un crío y la gente se reiría de mí si tomara la espada para luchar contra ti".
¡Era demasiado! El joven se levantó de un salto, pero entonces vio que el monje estaba ya levantado. Hasta ahora el monje había estado sentado; ahora se levantó, cerró sus ojos, comenzó a cimbrearse de lado a lado y de repente el joven vio que el monje había desaparecido. Era tan sólo un pilar de energía, sin rostro, sólo una sólida columna de energía, cimbreándose. Se asustó y comenzó a retirarse, y el pilar de energía empezó a avanzar hacia él, cimbreándose. Tiró su espada y gritó con todas sus fuerzas, "¡Sálvame!".
El monje se sentó de nuevo y empezó a reír. Su rostro reapareció, la energía se disipó y él dijo, "Te lo advertí: ni tu Maestro puede igualarme. Ve y díselo".
Sudando, temblando, nervioso, el discípulo regresó dónde estaba su Maestro y le dijo, "Cuán agradecido estoy por tu compasión hacia mí. No puedo compararme contigo. Incluso este monje me destrozó totalmente. Pero hubo una cosa que no pude tolerar y fue la que me hizo implicarme. El dijo, "Ni incluso tu Maestro se me puede comparar".
El Maestro comenzó a reír y le dijo, "¿Así que ese bribón también te gastó la misma broma? ¿Y te enfadaste? Así pudo ver a tu través, porque la ira es un agujero en el ser. Y esa se ha convertido en su treta principal. Siempre que le envío a alguien, empieza a hablar en contra mí y mis discípulos desde luego se enfadan. Cuando están enfadados, descubre si tienen puntos flacos, y cuando tienes fisuras no puedes luchar".
Siempre que te enfadas, tu ser presenta fisuras. Siempre que deseas, tu ser presenta huecos. Siempre que te sientes celoso, lleno de odio, sexualidad, no eres un pilar de energía. De ahí que los budas hayan enseñado el permanecer sin deseos, porque siempre que estás en un estado de ausencia de deseos, la energía no se dirige al exterior, se mueve hacia adentro. Se vuelve un círculo interno, se vuelve un campo eléctrico, un campo bioenergético. Cuando el campo está allí, sin fisuras, eres un pilar, no puedes ser derrotado. Pero no están pensando en la victoria, porque si piensas en ella dejas de ser el pilar de energía. El deseo se vuelve una fisura.
Eres débil, no porque los demás sean fuertes, eres débil porque tienes demasiados deseos. Eres derrotado, no porque los demás sean más astutos o inteligentes, eres derrotado porque tienes muchas fisuras.
Tathata, aceptación, aceptación total, quiere decir ausencia de deseos. El deseo surge de la no aceptación. No puedes admitir cierta situación, y surge el deseo. Vives en una choza y no puedes consentirlo, es demasiado para el ego, deseas un palacio; entonces eres un pobre hombre, no porque vivas en una cabaña, no. Los emperadores han vivido en chozas. Buda vivió bajo un árbol, y no era pobre. No encontrarás a ningún hombre más rico.
No, tu choza no te hace pobre. El momento en que deseas el palacio te vuelves un pobre. Y no eres pobre porque los demás vivan en palacios, eres pobre debido a que el deseo de vivir en un palacio crea una comparación con la choza. Te vuelves envidioso. Eres pobre.
Cuando surge el descontento, hay pobreza; cuando no hay descontento, eres rico. Y tienes tales riquezas que ningún ladrón puede robarlas; tienes tales riquezas, que ningún gobierno puede gravártelas; tienes tales riquezas que no pueden serte quitadas de ningún modo. Tienes una fortaleza en tu ser, irrompible, impenetrable.
Una vez el deseo entra y tu energía comienza a decaer te vuelves débil debido al deseo, te vuelves débil debido al anhelo. Siempre que no anhelas y estás satisfecho, siempre que nada se mueve, cuando todo tu ser está calmo, entonces, dice Chuang Tse, eres una fortaleza impenetrable. El fuego no puede consumirte, la muerte es imposible. Este es el significado: el fuego no puede quemarte; la muerte es imposible, no puedes morir. Tienes la llave secreta de la vida eterna.
Y a veces esto también ocurre en circunstancias normales.
Una casa se incendia; muere todo el mundo excepto un niñito. Hay un accidente; los mayores mueren y el pequeño sobrevive. La gente dice que ha sido un milagro. La gracia de Dios. No, no es nada así, es debido a que el chico también aceptó la situación. Los listos comenzaron a correr intentando salvarse, y se metieron en problemas. El niño descansó. No se daba ni cuenta de lo que pasaba, de que iba a morir. El niño se salvó por la inocencia.
Extracto El Bote Vacío Osho