La vida pasa deprisa, los años van transcurriendo y en el camino vamos pasando por un proceso similar al que ocurre en la naturaleza.
Nacemos florecientes como una primavera espléndida, llenos de luz, energía y color, crecemos con muchas ilusiones, exuberantes de vida, pletóricos de ganas de comernos el mundo, recorremos la juventud disfrutando cada momento abriendo relaciones y nuevos amores, generado nuevas amistades por las que daremos todo si es preciso.
Poco a poco nos vamos adentrando en un verano que nos va dando paso a la madurez en donde iremos sosegando el espíritu para ser mucho más serenos sin dejar de ser entusiastas con lo que nos ocurre, pero a medida que los años se suceden y se acerca el otoño, empezamos a mirar el camino de forma diferente, pues sabemos que la próxima estación nos acercará aun más al final del trayecto como si de un tren expreso se tratara.
Y es aquí, en ese otoño de hojas de bronce y veredas polvorientas, donde empezamos a cambiar el enfoque de nuestra vida pues hasta ese momento habíamos estado viviendo mirando al horizonte, pendientes del futuro, generando nuevas amistades, emprendiendo nuevos proyectos, tomando iniciativas, y ahora ocurre en la mente un proceso inverso del que pocos escapan.
Este proceso se inicia porque se empieza a ver partir a algunos de los que nos acompañaron en ese camino, empiezan a irse hacia no se sabe donde a aquellos con los fuimos compartiendo, y sentimos que el río por el que navegamos nos acerca a la catarata final, y desde ahí nacen en nuestra mente pensamientos cada más a menudo, centrados en elucubrar cuando seremos nosotros los que diremos el último adiós, comenzando a mirar hacia atrás, a recorrer mentalmente el camino que nunca volverá, los pasos que dimos o compartimos y sobre los que jamás volveremos a pisar, y en ese cambio desaparece todo lo que nos mantiene vivos.
Y ese es un grave error pues cuando la mente enfoca hacia ese punto, el cuerpo obedece y se abandona, y precisamente es el momento de remover el cajón de los sentimientos, subir al desván donde guardamos todos los sueños incumplidos, proyectos que nunca llevamos a cabo y sacarlos al salón para volver a retomar todo lo que fue quedando en el camino por diferentes motivos.
En ningún lugar está escrito que llegado un momento en la vida debamos abandonarnos y renunciar a seguir en pie, que debamos dejar de llevar el estandarte de la ilusión y los sueños, que estemos obligados a ser un mueble que no sirve y dejar que la corriente nos lleve río abajo hasta el mar.
No, es en esa etapa de la vida cuando debemos aprovechar la experiencia que hemos ido atesorando, para volver a abrir nuevas relaciones, encontrar gente más joven que nosotros con quien relacionarnos, buscar aficciones, hobbies, o emprendimientos que nos llenen de energía e ilusión como cuando teníamos quince años y volver a llenar nuestro corazón de primaveras en donde florezcan los sueños más brillantes y seamos capaces de volver a vivir una segunda juventud, porque no debemos olvidar que las edades no son físicas sino mentales y mientras seamos capaces de seguir construyendo, mientras sigamos enamorados de proyectos y sueños por realizar, seremos jóvenes eternamente.
En ningún lugar está escrito que llegado un momento en la vida debamos abandonarnos y renunciar a seguir en pie, que debamos dejar de llevar el estandarte de la ilusión y los sueños, que estemos obligados a ser un mueble que no sirve y dejar que la corriente nos lleve río abajo hasta el mar.
No, es en esa etapa de la vida cuando debemos aprovechar la experiencia que hemos ido atesorando, para volver a abrir nuevas relaciones, encontrar gente más joven que nosotros con quien relacionarnos, buscar aficciones, hobbies, o emprendimientos que nos llenen de energía e ilusión como cuando teníamos quince años y volver a llenar nuestro corazón de primaveras en donde florezcan los sueños más brillantes y seamos capaces de volver a vivir una segunda juventud, porque no debemos olvidar que las edades no son físicas sino mentales y mientras seamos capaces de seguir construyendo, mientras sigamos enamorados de proyectos y sueños por realizar, seremos jóvenes eternamente.
Fuente: Motivalia