
 
Cuando aprendas a amarte a ti mismo desaparecerán los sacerdotes, los políticos se quedarán sin seguidores; todos los intereses creados de la sociedad irán a la bancarrota. Se aprovechan de ti de una forma psicológica muy sutil y por eso prosperan.
 
Los niños nacen con un enorme amor hacia sí mismos. Es la sociedad la que  destruye ese amor, es la religión la que destruye ese amor, porque si el niño se sigue amando a sí mismo, entonces, ¿quién amará a Jesucristo?  ¿Quién amará al presidente? ¿Quién amará a sus padres? El amor de un  niño hacia sí mismo ha de ser desviado. Hay que condicionarle de manera  que su amor se dirija siempre hacia un objeto externo. Esto hace al  hombre muy pobre, porque cuando quieres a alguien externo a ti -ya sea  Dios, el Papa, tu padre, tu esposa, tu marido, tus hijos, cualquiera que sea el objeto de tu amor, te vuelve dependiente de ese objeto. A tus  propios ojos te conviertes en algo secundario, te conviertes en un  mendigo. 
Al nacer eras un emperador totalmente satisfecho  contigo mismo. Pero tu padre quiere que le quieras, tu madre quiere que  la quieras. Todos a tu alrededor se quieren convertir en objeto de tu  amor. A nadie le preocupa que si un hombre no puede amarse a sí mismo  tampoco será capaz de amar a nadie. De modo que se crea una sociedad  enloquecida, donde todo el mundo intenta querer a alguien, sin tener  nada que dar. Y la otra persona tampoco tiene nada que dar.
A un niño debidamente educado se le debe permitir  crecer en amor hacia sí mismo, de forma que esté tan lleno de amor que  compartirlo se convierta en una necesidad. Está tan repleto de amor que  quiere compartirlo con alguien. Entonces, el amor nunca te hará depender de nadie. Tú eres el que da, y el que da nunca es un mendigo. Y el otro también da. Y cuando se encuentran dos emperadores, dueños de sus  propios corazones, se produce una inmensa alegría. Nadie depende de  nadie; todo el mundo es independiente e individual, centrado en sí  mismo, arraigado en sí mismo. Sus raíces van hasta el fondo de su propio ser, de donde brota el néctar llamado amor hacia la superficie y  florece con miles de rosas.
Cuando aprendas a amarte a ti mismo desaparecerán los sacerdotes, los  políticos se quedarán sin seguidores; todos los intereses creados de la  sociedad irán a la bancarrota. Se aprovechan de ti de una forma  psicológica muy sutil y por eso prosperan.
Pero aprender a amarse no es difícil, es natural. Si  has conseguido hacer algo antinatural, como aprender a querer a los  demás sin quererte a ti mismo, entonces lo otro es sencillo. Has hecho  casi lo imposible. Sólo se trata de una cuestión de comprensión, una  comprensión muy simple, que es:
«Debo amarme a mí mismo; de lo  contrario, me perderé el sentido de la vida. No creceré, sino que  envejeceré. No tendré individualidad. No seré auténticamente humano,  digno, íntegro.»
 
Por otra parte, si no te amas a ti mismo no puedes  amar a nadie más en el mundo. Muchos de los problemas psicológicos  aparecen porque has sido alejado de ti mismo. Eres «indigno», no eres lo que deberías ser; debes rectificar tus actos. Te tienes que amoldar a  una personalidad determinada.
El amor hacia ti mismo es una necesidad básica para tu crecimiento.
Todo el mundo está lleno de odio hacia sí mismo. Y si  te odias, ¿cómo crees que vas a encontrar a alguien que te quiera? Ni si quiera estás listo para quererte a ti mismo; es imposible que te quiera nadie. Has aceptado la idea de que no vales nada a menos que observes  ciertas reglas, dogmas religiosos o ideas políticas.
 
Al nacer no eras cristiano ni católico; no naciste  comunista. Cada niño viene al mundo como una tabula rasa, totalmente en  blanco. No hay nada escrito -ni la Biblia, ni el Corán, ni el Gita ni el Capital-, no, no hay nada escrito. No trae consigo un libro sagrado,  viene con la inocencia más absoluta. Pero su inocencia se convierte en  el mayor problema porque está rodeado de lobos disfrazados de políticos, de sacerdotes, de padres, de profesores. Todos se abalanzan sobre tu  inocencia. Empezarán a escribir cosas sobre ti y más tarde creerás que  son tu legado. Han destrozado tu legado. Ahora ya pueden esclavizarte,  convertirte en lo que ellos quieran.
Quiero que te ames completamente.  Quiérete, sé tú mismo. No dejes que te distraiga ninguna persona, ya sea religiosa, política, social o educativa. Tu responsabilidad primera no  es hacia la religión, ni hacia la nación, es hacia ti mismo. Y fíjate:  si todo el mundo se ama y se cuida, su inteligencia llegará a la cima,  su amor le desbordará. Para mí, la filosofía del amor propio le hará  realmente altruista porque tendrá tanto para compartir y para dar que  dar será para él una alegría, compartir será una celebración, El  altruismo sólo puede ser un derivado del amor hacia ti mismo.
Como no te quieres, te sientes débil, porque el amor  es tu alimento, es tu fuerza. Naturalmente, ¿cómo puedes sentirte  responsable? Sigues cargándole a otro con tu responsabilidad. Dios, el  destino, o Adán y Eva son los responsables. La responsable es la  serpiente, porque sedujo a Eva para que desobedeciera a Dios. ¿Te das  cuenta de la idiotez de cargarle toda la responsabilidad a alguien? De  esta forma, podemos seguir delegando nuestra responsabilidad sin  comprender que no llegaremos a ser verdaderos individuos hasta que no  nos hagamos responsables de nosotros mismos. Eludir la responsabilidad  es destructivo para tu individualidad. Pero sólo puedes aceptarla si  tienes un tremendo amor hacia ti mismo.
Acepto mi responsabilidad y me alegro de hacerlo. Nunca le he cargado mi responsabilidad a nadie porque eso es perder la  libertad, es esclavizarse, es estar a merced de los demás. Sea yo quien  sea, soy única y absolutamente responsable. Eso me confiere mucha  fuerza. Me da raíces, me centra. Pero el origen de mi responsabilidad es que me amo completa y profundamente.
Meditaciones de Osho
Autor: Osho