viernes, 23 de noviembre de 2012

Tenemos muchas resistencias.


Tenemos muchas resistencias. Si te toco, puedes sentir que te estás resistiendo al contacto, estás creando una barrera, para que mi calor no pueda entrar en ti, mi contacto no pueda entrar en ti. No nos permitimos tocarnos. Si alguien te toca, te pones alerta, y el otro dice: «Perdona.» Hay resistencia por todas partes. Si te miro, te resistes, porque la mirada puede entrar en ti, puede penetrar hondo, puede removerte, y entonces ¿qué harás?

Y esto no es sólo con los extraños. No hay necesidad ni siquiera con los extraños, porque nadie es un extraño y todo el mundo es un extraño. ¿Cómo va eliminarse esa extrañeza con sólo vivir bajo el mismo techo? ¿Conoces a tu padre, que te ha hecho nacer? Es un extraño. ¿Conoces a tu madre? Sigue siendo una extraña. De modo que todo el mundo es un extraño, o nadie es un extraño. Pero tenemos miedo y creamos barreras por todas partes. Estas barreras nos hacen insensibles; entonces nada puede entrar en nosotros.


La gente viene a decirme: «Nadie me ama». Y toco a ese hombre y siento que tiene miedo incluso al contacto. Hay un apartamiento sutil. Tomo su mano en la mía y él se retira. No está en la mano; sólo hay una cosa muerta en la mía: él se ha retirado. Y dice: «Nadie me ama». ¿Cómo va a amarte alguien? E incluso si el mundo entero te ama, no lo notarás, porque estás cerrado. El amor no puede entrar en ti; no hay entrada, no hay puerta. Y estás sufriendo en tu propia prisión.

Si hay ego, estás cerrado: al amor, a la meditación, a Dios. Así que primero intenta ser más sensible, más vulnerable, abierto, dejando que te sucedan las cosas. Sólo entonces puede suceder lo divino, porque eso es lo último que sucede. Si no puedes permitir que te sucedan las cosas corrientes, ¿cómo vas a permitir lo supremo? Porque cuando te suceda lo supremo, tú ya no estarás ahí. Simplemente no estarás.

Osho

¿Por qué me Resulta tan Difícil Quererme?


Cuando aprendas a amarte a ti mismo desaparecerán los sacerdotes, los políticos se quedarán sin seguidores; todos los intereses creados de la sociedad irán a la bancarrota. Se aprovechan de ti de una forma psicológica muy sutil y por eso prosperan.

Los niños nacen con un enorme amor hacia sí mismos. Es la sociedad la que destruye ese amor, es la religión la que destruye ese amor, porque si el niño se sigue amando a sí mismo, entonces, ¿quién amará a Jesucristo? ¿Quién amará al presidente? ¿Quién amará a sus padres? El amor de un niño hacia sí mismo ha de ser desviado. Hay que condicionarle de manera que su amor se dirija siempre hacia un objeto externo. Esto hace al hombre muy pobre, porque cuando quieres a alguien externo a ti -ya sea Dios, el Papa, tu padre, tu esposa, tu marido, tus hijos, cualquiera que sea el objeto de tu amor, te vuelve dependiente de ese objeto. A tus propios ojos te conviertes en algo secundario, te conviertes en un mendigo.

Al nacer eras un emperador totalmente satisfecho contigo mismo. Pero tu padre quiere que le quieras, tu madre quiere que la quieras. Todos a tu alrededor se quieren convertir en objeto de tu amor. A nadie le preocupa que si un hombre no puede amarse a sí mismo tampoco será capaz de amar a nadie. De modo que se crea una sociedad enloquecida, donde todo el mundo intenta querer a alguien, sin tener nada que dar. Y la otra persona tampoco tiene nada que dar.

A un niño debidamente educado se le debe permitir crecer en amor hacia sí mismo, de forma que esté tan lleno de amor que compartirlo se convierta en una necesidad. Está tan repleto de amor que quiere compartirlo con alguien. Entonces, el amor nunca te hará depender de nadie. Tú eres el que da, y el que da nunca es un mendigo. Y el otro también da. Y cuando se encuentran dos emperadores, dueños de sus propios corazones, se produce una inmensa alegría. Nadie depende de nadie; todo el mundo es independiente e individual, centrado en sí mismo, arraigado en sí mismo. Sus raíces van hasta el fondo de su propio ser, de donde brota el néctar llamado amor hacia la superficie y florece con miles de rosas.

Cuando aprendas a amarte a ti mismo desaparecerán los sacerdotes, los políticos se quedarán sin seguidores; todos los intereses creados de la sociedad irán a la bancarrota. Se aprovechan de ti de una forma psicológica muy sutil y por eso prosperan.

Pero aprender a amarse no es difícil, es natural. Si has conseguido hacer algo antinatural, como aprender a querer a los demás sin quererte a ti mismo, entonces lo otro es sencillo. Has hecho casi lo imposible. Sólo se trata de una cuestión de comprensión, una comprensión muy simple, que es:

«Debo amarme a mí mismo; de lo contrario, me perderé el sentido de la vida. No creceré, sino que envejeceré. No tendré individualidad. No seré auténticamente humano, digno, íntegro.»

Por otra parte, si no te amas a ti mismo no puedes amar a nadie más en el mundo. Muchos de los problemas psicológicos aparecen porque has sido alejado de ti mismo. Eres «indigno», no eres lo que deberías ser; debes rectificar tus actos. Te tienes que amoldar a una personalidad determinada.

El amor hacia ti mismo es una necesidad básica para tu crecimiento.

Todo el mundo está lleno de odio hacia sí mismo. Y si te odias, ¿cómo crees que vas a encontrar a alguien que te quiera? Ni si quiera estás listo para quererte a ti mismo; es imposible que te quiera nadie. Has aceptado la idea de que no vales nada a menos que observes ciertas reglas, dogmas religiosos o ideas políticas.

Al nacer no eras cristiano ni católico; no naciste comunista. Cada niño viene al mundo como una tabula rasa, totalmente en blanco. No hay nada escrito -ni la Biblia, ni el Corán, ni el Gita ni el Capital-, no, no hay nada escrito. No trae consigo un libro sagrado, viene con la inocencia más absoluta. Pero su inocencia se convierte en el mayor problema porque está rodeado de lobos disfrazados de políticos, de sacerdotes, de padres, de profesores. Todos se abalanzan sobre tu inocencia. Empezarán a escribir cosas sobre ti y más tarde creerás que son tu legado. Han destrozado tu legado. Ahora ya pueden esclavizarte, convertirte en lo que ellos quieran.

Quiero que te ames completamente. Quiérete, sé tú mismo. No dejes que te distraiga ninguna persona, ya sea religiosa, política, social o educativa. Tu responsabilidad primera no es hacia la religión, ni hacia la nación, es hacia ti mismo. Y fíjate: si todo el mundo se ama y se cuida, su inteligencia llegará a la cima, su amor le desbordará. Para mí, la filosofía del amor propio le hará realmente altruista porque tendrá tanto para compartir y para dar que dar será para él una alegría, compartir será una celebración, El altruismo sólo puede ser un derivado del amor hacia ti mismo.

Como no te quieres, te sientes débil, porque el amor es tu alimento, es tu fuerza. Naturalmente, ¿cómo puedes sentirte responsable? Sigues cargándole a otro con tu responsabilidad. Dios, el destino, o Adán y Eva son los responsables. La responsable es la serpiente, porque sedujo a Eva para que desobedeciera a Dios. ¿Te das cuenta de la idiotez de cargarle toda la responsabilidad a alguien? De esta forma, podemos seguir delegando nuestra responsabilidad sin comprender que no llegaremos a ser verdaderos individuos hasta que no nos hagamos responsables de nosotros mismos. Eludir la responsabilidad es destructivo para tu individualidad. Pero sólo puedes aceptarla si tienes un tremendo amor hacia ti mismo.

Acepto mi responsabilidad y me alegro de hacerlo. Nunca le he cargado mi responsabilidad a nadie porque eso es perder la libertad, es esclavizarse, es estar a merced de los demás. Sea yo quien sea, soy única y absolutamente responsable. Eso me confiere mucha fuerza. Me da raíces, me centra. Pero el origen de mi responsabilidad es que me amo completa y profundamente.

Meditaciones de Osho
Autor: Osho

La Luz de hoy.


¿Cuántas cosas hemos perdido que una vez fueron importantes en nuestra vida? Puede tratarse de una amistad que se desvaneció o de un trabajo que una vez tuvimos. Quizá fuera un(a) ex con quien acabamos la relación de una manera amarga, o un miembro de la familia a quien nunca le expresamos nuestro amor o nuestra gratitud.

Al mirar las cosas de nuestra vida que hemos perdido, debemos preguntarnos: ¿Revelé la mayor cantidad de Luz que pude ahí?

Lamentablemente, la respuesta suele ser no.

Hay un motivo por el cual todo viene a nuestras vidas, y siempre es por la misma razón: revelar tanta Luz como sea posible allí y al hacerlo alcanzar la plenitud.

Lo que realmente perdimos no fue sólo la persona, el trabajo o la relación. Perdimos la oportunidad de revelar Luz...

El problema es que creemos que tenemos una reserva infinita de oportunidades. Pensamos: "Si me pierdo esta, aprovecharé la próxima". Pero lo cierto es que a veces no tenemos el mérito de recibir otra. A veces estamos ahí para ese preciso momento o esa precisa persona, y si los perdemos no conseguimos una segunda oportunidad.

A todos se nos da una cierta cantidad de tiempo para realizar nuestro trabajo. Cada oportunidad tiene su fecha de caducidad espiritual. Sin embargo, nuestro ego siempre tratará de convencernos de que tenemos todo el tiempo del mundo y que nuestro trabajo puede esperar un día más.

La Luz que puede ser revelada hoy, debe revelarse hoy. El mañana contiene un nuevo paquete de Luz para ser revelado.

Si utilizamos cada oportunidad de revelar Luz allí donde vamos, cambiaremos para mejorar.

No sabemos si la Luz que está disponible hoy para ser revelada volverá a nosotros algún día, ni cuándo lo hará.

Todo lo mejor,
Yehuda BERG.

Sin ego no puedes ser derrotado.


El ego siempre está intentando que todo el mundo se acomode a él. Ese es el problema. El hombre que no tiene ego se acomoda al mundo. De hecho, decir que él se acomoda no es correcto; él simplemente se encuentra acomodado.


El ego intenta que todo se acomode a él; eso es muy infantil, es lo que hacen los niños. El niño quiere que todo se haga instantáneamente; todo lo que él desea debe hacerse inmediatamente. Si desea la Luna, hay que dársela inmediatamente, ahora mismo. Ni siquiera puede esperar. El niño quiere que todo y todos se acomoden a él. El niño es un dictador; cuando nace un niño en una familia, cambia todo el ambiente. Convierte a todo el mundo en sirvientes, su dictadura no tiene límites; el ego nace en esa infancia. El ego es el fenómeno más inmaduro: es infantil, inmaduro, no sabe lo que está haciendo.


¿Quién eres tú? ¿Por qué tiene que acomodarse a ti el todo? Tú eres como una ola en el océano y estás intentando hacer que el océano se acomode a ti. Es estúpido. 

Patéticamente estúpido. El todo no necesita acomodarse a ti. No puede ser; es imposible. Puedes seguir creyéndolo, pero serás un fracasado. El ego siempre es un fracasado, porque pide lo imposible. Napoleones, Hitleres, Alejandros; pregúntales. Al final, son grandes fracasados. Personas ricas; pregúntales, al final. Han acumulado mucho, pero en el fondo sienten el fracaso. Puedes acumular poder de muchas maneras, pero tú serás un fracasado. El ego nunca puede ser un triunfador.

Hagas lo que hagas, al final todo el mundo muere. Esto es absolutamente cierto respecto al ego: no puedes vencer. Hagas lo que hagas, aunque seas virtuoso o bueno, si esta virtud y bondad está basada en el ego, no puedes vencer, llevas contigo la semilla de la derrota. Puedes ayudar a la gente, convertirte en un gran sirviente de la sociedad, pero si la base es el ego, no puedes vencer. Puedes hacer millones de cosas buenas, pero si hay ego, hay veneno. Estará envenenado todo lo que hagas. Ya seas pobre, rico; religioso, irreligioso: creyente, ateo; moral, inmoral; criminal, santo; no importa. Con ego no puedes vencer, porque el ego es la semilla del fracaso. Pero sin ego no puedes ser derrotado. Tu victoria es absoluta. Esta es la enseñanza más secreta del Zen.

Osho