Tenemos muchas resistencias. Si te toco, puedes sentir que te estás resistiendo al contacto, estás creando una barrera, para que mi calor no pueda entrar en ti, mi contacto no pueda entrar en ti. No nos permitimos tocarnos. Si alguien te toca, te pones alerta, y el otro dice: «Perdona.» Hay resistencia por todas partes. Si te miro, te resistes, porque la mirada puede entrar en ti, puede penetrar hondo, puede removerte, y entonces ¿qué harás?
Y esto no es sólo con los extraños. No hay necesidad ni siquiera con los extraños, porque nadie es un extraño y todo el mundo es un extraño. ¿Cómo va eliminarse esa extrañeza con sólo vivir bajo el mismo techo? ¿Conoces a tu padre, que te ha hecho nacer? Es un extraño. ¿Conoces a tu madre? Sigue siendo una extraña. De modo que todo el mundo es un extraño, o nadie es un extraño. Pero tenemos miedo y creamos barreras por todas partes. Estas barreras nos hacen insensibles; entonces nada puede entrar en nosotros.
La gente viene a decirme: «Nadie me ama». Y toco a ese hombre y siento que tiene miedo incluso al contacto. Hay un apartamiento sutil. Tomo su mano en la mía y él se retira. No está en la mano; sólo hay una cosa muerta en la mía: él se ha retirado. Y dice: «Nadie me ama». ¿Cómo va a amarte alguien? E incluso si el mundo entero te ama, no lo notarás, porque estás cerrado. El amor no puede entrar en ti; no hay entrada, no hay puerta. Y estás sufriendo en tu propia prisión.
Si hay ego, estás cerrado: al amor, a la meditación, a Dios. Así que primero intenta ser más sensible, más vulnerable, abierto, dejando que te sucedan las cosas. Sólo entonces puede suceder lo divino, porque eso es lo último que sucede. Si no puedes permitir que te sucedan las cosas corrientes, ¿cómo vas a permitir lo supremo? Porque cuando te suceda lo supremo, tú ya no estarás ahí. Simplemente no estarás.
Osho
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