Defender equivale a rechazar.
El polo opuesto de rechazar es amar.
Se ha definido el amor desde multitud de ángulos
y en los planos más diversos,
pero cada forma de amor
puede reducirse al acto de dar acogida.
En el amor, el ser humano abre barreras
y deja entrar algo que estaba fuera de ellas.
A estas barreras solemos llamar Yo (ego)
y todo aquello que queda fuera de la propia identificación
es para nosotros Tú (el otro).
En el amor, esta barrera se abre para admitir a un Tú que,
con la unión, se convertirá en Yo.
Allí donde ponemos una barrera rechazamos
y donde quitamos la barrera amamos.
Desde Freud utilizamos la expresión de «mecanismo de defensa»
para designar los resortes de la conciencia
que impiden la penetración de elementos amenazadores
procedentes del subconsciente.
Aquí conviene insistir en la ecuación microcosmos = macrocosmos,
ya que todo repudio o rechazo
de una manifestación procedente del entorno
es siempre expresión externa
de un rechazo psíquico interno.
Todo rechazo consolida nuestro ego,
ya que acentúa la separación.
Por ello al ser humano
la negación
le resulta considerablemente más grata
que la afirmación.
Cada «no»,
cada resistencia,
nos permite sentir nuestra frontera,
nuestro Yo,
mientras que, en cada «comunión»
esta frontera se difumina:
no nos sentimos a nosotros mismos.
Es difícil expresar con palabras
lo que son los mecanismos de defensa,
ya que sólo se puede describir aquello que se reconoce,
por lo menos, en otras personas.
Los mecanismos de defensa son la suma
de todo lo que nos impide ser perfectos y completos.
En teoría es fácil definir en qué consiste
el camino de la iluminación:
...en todo lo bueno.
Comulga con todo lo que es
y serás uno con todo lo que es.
¡Éste es el camino del amor!
LA ENFERMEDAD COMO CAMINO
THORWALD DETHLEFSEN y RÜDIGER DAHLKE
Título original: Krankheit als Weg