viernes, 30 de noviembre de 2012

Soy lo que hago o lo que soy

Señor Sinay: siempre me pregunté por qué elegí la carrera de Contadora Pública y no encontraba respuesta que me diera paz. Hoy, volviendo de Sierra de la Ventana, un hermoso lugar que inició mi despertar después de la pérdida de mi único hermano hace ya 13 años, sentí algo distinto. Siempre creí que cuando describimos o contamos algo utilizamos palabras relacionadas con nuestro trabajo (por ejemplo, en mi caso, costo, beneficio o amortizo) y me encontré con que quizá la carrera elegida es la que mejor justificaba mi lugar en el mundo de acuerdo con mi ego, y de ahí mis malestares.
Adriana Martinez

¿Qué trabajo estamos destinados a hacer en la vida? ¿En qué tarea nuestra alma se alimentará y expresará, en cuál aportaremos al todo del que somos parte? ¿Cuál labor nos dará paz e integridad, más allá de los esfuerzos que requiera? ¿En qué ocupación nos alumbrará el sentido? Estos interrogantes no se refieren a factores como el éxito social, la fecundidad económica o el prestigio que nos concede la mirada ajena. Si evadimos aquellas preguntas, estos factores pueden convertirse en pesadas cargas y enfrentarnos a dudas crueles: ¿Qué hago aquí? ¿Para qué sigo en esto si no me realizo? ¿Cómo me juzgarán si renuncio al éxito, al prestigio, al bienestar material?

"Hay muchas personas que hoy sufren porque su trabajo carece de alma", afirma el ex sacerdote, músico y psicoterapeuta Thomas Moore en "Un trabajo con alma". Sufrimos, creo, cuando nos convertimos en aquello que hacemos, cuando amoldamos nuestras capacidades, recursos, inclinaciones, aspiraciones y potencialidades a la forma rígida de una profesión o un oficio. Solemos hacer eso para satisfacer expectativas ajenas, recibir reconocimiento, encontrar seguridad material, ocultar vulnerabilidades no admitidas, etcétera. Así, somos lo que hacemos, y nuestra identidad, el ego del que habla nuestra amiga Adriana, es nuestro trabajo. Ego es la identidad "oficial" de cada quien, aquella que, compuesta con retazos de nuestro ser total y nuclear (y a costa de otros aspectos que quedan relegados, olvidados o negados), nos permite encontrar "un lugar en el mundo". Lugar que nos será reconocido a condición de que nos ajustemos a un rol. Puede haber suculentas recompensas, pero el alma no estará cómoda allí y lo hará saber mediante insatisfacción, ansiedad, angustia, irritabilidad o síntomas físicos.

Distinto es cuando hacemos lo que somos. Cuando buscamos la tarea, profesión o quehacer que amplifica, expresa y da forma y sentido a toda aquella materia prima espiritual, emocional, creativa y fecunda que nos hace únicos y representa nuestra verdadera e intransferible identidad. Entonces encontramos más que "un" lugar en el mundo, encontramos nuestra razón de ser en el universo. Esto ocurre, dice Moore, cuando seguimos nuestro daimon. Este es, según los antiguos griegos, padres de nuestra cultura, un poderoso impulso que empuja a las personas en una dirección, aún a riesgo de confusión o temor. Quien toma a su daimon en serio -afirma Moore- debe atender a esas preguntas y voces interiores que le advierten sobre la inconveniencia de una tarea, la necesidad de un cambio, la insatisfacción en un cargo. Voces que llevan a correr un riesgo. Y nos preguntan qué nos hace sentir vivos, qué nos motiva, qué necesitamos para encontrar sentido en lo que hacemos. Preguntas como: "¿Lo que hago es de verdad lo que quiero hacer? ¿El que lo hace soy yo o es el que otros esperan que yo sea?"

Si soy lo que hago, cualquier riesgo que amenace a mi trabajo o profesión pondrá en duda mi identidad. El día que (por despido, enfermedad, descalabro económico o cualquier imponderable) no pueda hacer eso que me identifica, no existiré. Pero si, en cambio, hago lo que soy, mi ser puede reflejarse de un modo único en más de una tarea, oficio o profesión. Estos serán sólo medios y no fines. Tendré un trabajo para la vida y no una vida atada a un trabajo. Haga lo que hiciere será una labor inspirada, un trabajo con alma que, así sea por una sola acción realizada, dará sentido a mi vida. Trabajo con alma es el que nos permite expresar nuestros valores en un contexto ético, el que nutre al contexto en que vivimos, empezando por el entorno más cercano y tangible, y es el que expresa aquello que nos hace únicos, aunque muchos hagan la misma tarea. La labor que estamos destinados a hacer en este mundo puede tardar una vida en revelarse, dice Moore, y mientras buscamos, quizá desempeñemos más de un oficio o profesión. Lo importante es saber en cada momento si soy lo que hago o hago lo que soy.

 - Diálogos del Alma, por Sergio Sinay

El zen vive en el presente


El futuro de la humanidad se acercará cada vez más al enfoque del zen, porque el encuentro entre Oriente y Occidente sólo es posible a través de algo como el zen, que es terrenal y sobrenatural a la vez. Occidente es muy terrenal, y Oriente muy sobrenatural.

El zen me parece la única posibilidad, porque en el zen, el Buda y Lao-Tzu se han convertido en uno. El encuentro ya ha tenido lugar. La semilla ya está ahí, la semilla del gran puente que puede convertir en uno a Oriente y Occidente. El zen será el punto de encuentro. Cuenta con un gran futuro... un gran pasado y un gran futuro.

Y el milagro radica en que el zen no esté interesado ni en el pasado ni en el futuro. Todo su interés está en el presente. Tal vez por eso sea posible el milagro, porque pasado y futuro están unidos por el presente.

El presente forma parte del tiempo. ¿Habéis pensado en ello alguna vez? ¿Cómo es el presente de lago? El pasado tiene una duración, y también el futuro. ¿Pero cuánto dura el presente? ¿Cuánto dura? ¿Se puede medir el presente entre el pasado y el futuro? Es inconmensurable; casi no es. No es tiempo, para nada: es la infiltración de la eternidad en el tiempo.

El zen vive en el presente. Toda su enseñanza trata de cómo estar en el presente, de cómo salir del pasado, que ya no es, y de cómo no implicarse en el futuro, que todavía no es, estando enraizado, centrado, en lo que es.

El enfoque del zen es de inmediatez, pero por eso mismo puede tender un puente entre pasado y presente. Puede tender un puente entre muchas cosas: el pasado y el futuro, puede unir Oriente y Occidente, el cuerpo y el alma. Puede tender un puente entre los mundos irreconciliables: este mundo y el otro, entre el mundano y el sagrado.

Osho

El amor, lo más elevado de la vida


¿Por qué deberías casarte? Si amas a alguien, vive con alguien; forma parte de tus derechos básicos. Puedes vivir con alguien, puedes amar a alguien.

El matrimonio no es algo que ocurra en el cielo; ocurre aquí, a través de la sociedad y no quieres sentirte solo y separado, ponle claro a tu esposa o a tu marido que este matrimonio es sólo un juego: “Nunca lo tomes en serio”. Yo seguiré siendo tan independiente como antes de la boda, y tú seguirás siendo tan independiente como antes de la boda. Ni yo voy a interferir en tu vida ni tú vas a interferir en la mía; viviremos como dos amigos juntos, compartiendo nuestras alegrías, compartiendo nuestra libertad; pero sin convertirnos en una carga el uno para el otro.

Y en cualquier momento que sintamos que la primavera ha pasado, que la luna de miel ha pasado, seremos lo suficientemente sinceros como para no seguir aparentando, y decirnos que nos hemos amado mucho y que seguiremos estando agradecidos el uno al otro para siempre, y los días de amor continuarán en nuestras memorias, en nuestros sueños, como algo maravilloso; pero la primavera se acabó. Nuestros caminos han llegado a un punto donde, aunque sea triste, tenemos que partir, porque ahora, vivir juntos ya no es una canción de amor.

El amor no debería ser reducido a estúpidos rituales. Y el amor y la libertad van juntos; no puedes elegir a uno y dejar al otro. Un hombre que conoce la libertad está lleno de amor, y un hombre que conoce el amor siempre está dispuesto a dar libertad. Si no puedes dar libertad a la persona que amas, ¿a quién se la vas a dar? Dar libertad no es otra cosa que confiar.

La libertad es una expresión del amor. Así que, estés casado o no, recuerda: todos los matrimonios son falsos; son sólo conveniencias sociales. Su propósito no es encarcelaros y ataros el uno al otro; su propósito es ayudaros a crecer el uno al otro. Pero el crecimiento necesita libertad; y en el pasado, todas las culturas han olvidado que sin libertad el amor muere.

Osho

Amigabilidad, la clase más pura de amor


La amistad ha sido uno de los temas más ignorados por la mayoría de los filósofos, tal vez damos por sentado que entendemos lo que significa, de ahí que hemos permanecido ignorantes de su profundidad... de sus posibilidades de crecimiento... de sus diferentes matices y diferentes significados.

Lo más importante es recordar esto: uno necesita amigos porque somos incapaces de estar solos. Y en tanto que uno necesite amigos no puede ser verdaderamente un amigo, porque la necesidad reduce al otro a un objeto. Sólo el hombre que es capaz de estar solo, es también capaz de ser un amigo... Pero en ese caso, no es producto de su necesidad, sino de la dicha; no surge del hambre, ni de la sed, sino la abundancia de su amor que quiere compartir.

Cuando existe una amistad así, no debe ser llamada amistad, porque ha tomado una dimensión totalmente diferente: yo la llamo "amigabilidad"... Ha ido más allá de la relación, porque todas las relaciones son de un modo u otro, obligaciones, te hacen esclavo y hacen esclavos a los otros.

La "amigabilidad" es la clase más pura de amor. No es una necesidad, no es una exigencia. Es pura abundancia, éxtasis desbordante.

Zarathustra dice: "Nuestra confianza en los demás delata lo que quisiéramos creer de nosotros mismos".

El hombre que cree en otros es un hombre que tiene miedo de creer en sí mismo. El cristiano, el hindú, el mahometano, el budista, el comunista, nadie es suficientemente valiente como para tener fe en su propio ser. Cree en otros, y cree en aquellos que creen en él. Es realmente ridículo; tu amigo te necesita, tiene miedo de su soledad... tú lo necesitas porque tienes miedo de tu soledad... Ambos tienen miedo de la soledad. ¿Piensas que por estar juntos... ¿su soledad desaparecerá? Será simplemente redoblada o quizás multiplicada, es por esto que todas las relaciones conducen a una miseria mayor, a una mayor angustia.

Nadie puede colmar tu vacío. Tienes que enfrentar tu vacío. Tienes que vivirlo, tienes que aceptarlo. Y en esta aceptación se esconde una gran revolución, una gran revelación.

Osho