sábado, 24 de noviembre de 2012

Observar.


¿Alguna vez has comenzado a hablarle al televisor cuando estás viendo una muy buena película? Especialmente cualquier película con drama, acción o suspenso; a veces es muy obvio para nosotros lo que los personajes deberían hacer para salir de la peliaguda situación. Si es una película de miedo, yo pienso: "¿por qué ella sube corriendo las escaleras en lugar salir corriendo de la casa?" o si es un film de suspenso digo: "¡Voltéate! ¡El hombre malo está justo detrás de ti!".

Esto no sucede únicamente en las películas, sino también en nuestras vidas. Tal vez veamos un drama desenvolverse entre dos amigos, y pensemos cuán claro es lo que necesitan decir y hacer para resolver sus situaciones. Mientras tanto, tenemos personas en nuestras propias vidas con las que pareciera que no podemos conectar. No sabemos qué decir o hacer para construir un puente entre nosotros y un compañero de trabajo, o cómo arreglar una amistad que se está deteriorando, o estar ahí para un miembro de la familia.

Cuando estamos en el exterior observando tenemos todas las respuestas. Es sólo cuando estamos involucrados en el drama que la verdad se vuelve turbia.

Rara vez vemos las cosas en nuestras vidas con objetividad. Objetividad no significa no preocuparse; es observar nuestras vidas de la forma que lo haríamos si estuviéramos en una película con actores y una escenografía con la que no estamos conectados en una forma fundamental. Cuando vemos las cosas desde la perspectiva de cómo nos afectan y qué es nuestro, inmediatamente conectamos con el Deseo de recibir sólo para sí mismo.

Para conectar con la Luz, tenemos que tratar de observar las cosas desde una distancia, de manera objetiva. La única forma en la que podemos comenzar a saber lo que es correcto hacer es al observar las cosas fuera de nosotros mismos.

Intentemos encontrar al menos un conflicto en nuestras vidas esta semana en la que podamos poner esto a prueba. Tal vez si podemos tomar un poco de tiempo para visualizar en nuestra mente a dos extraños en la misma situación y pedir a la Luz que nos guíe, veremos con mayor claridad qué podemos hacer para ayudar a resolver el problema.

Cuando removemos nuestros sentimientos personales de la situación, nuestros ojos son capaces de ver la verdad con claridad.


Todo lo mejor,
Yehuda

Te enamoras porque no puedes estar solo.


Alguna noche vas a encontrar a tu alma gemela, la persona perfecta que va a satisfacer todas tus necesidades y calmar todos tus sueños, ¿verdad?... ¡Falso!

Esta fantasía que poetas y trovadores son tan aficionados a perpetuar tiene sus raíces en secuencias del vientre materno, en donde estábamos tan seguros y éramos uno. No sorprende el que hayamos anhelado llegar a ese lugar todas nuestras vidas, pero, para exponerlo un tanto de manera brutal, es un sueño infantil. Y es sorprendente que sigamos aferrados a él tan insistentemente, ignorando la realidad. Nadie, bien se trate de tu compañero actual o de un compañero soñado en el futuro, tiene ninguna obligación de entregarte tu felicidad en una bandeja; tampoco podría hacerlo aún cuando quisiera.

El amor nace, no al tratar de resolver muchas necesidades dependiendo de otro, sino de desarrollar nuestra propia riqueza interior y madurez. De esta forma tenemos mucho amor que dar y de esa forma vamos a atraer, naturalmente, amantes hacia nosotros. Este ha sido dicho una y otra vez a través de las épocas; toda la gente religiosa ha estado diciendo: venimos solos a este mundo y nos vamos solos. Todo este "estar juntos" es una ilusión. La misma idea de "estar juntos" surge porque estamos solos y la soledad duele. Queremos ahogar nuestra soledad en una relación... Por eso nos involucramos tanto en el amor.

Trata de ver el hecho. Ordinariamente piensas que te has enamorado de una mujer o de un hombre porque ella es hermosa, él es hermoso. Esta no es la verdad. La verdad es precisamente lo opuesto: te has enamorado porque no puedes estar solo; de todas formas ibas a caer. Ibas a escaparte de ti mismo, de una u otra manera; y hay gente que no se enamora de las mujeres o de los hombres: se enamora del dinero. Empiezan a buscar dinero o una posición de poder: se vuelven políticos. Esto también es escapar de tu soledad. Si observas al hombre, si te observas a ti mismo profundamente, te quedarás sorprendido; todas tus actitudes se pueden reducir a una sola cosa: el asunto es que tienes miedo a tu soledad. Todo lo demás no es sino una excusa. La causa real es que te encuentras muy solo.

Osho

Uno

UNO… Uno siempre cree y se imagina. Uno cree que el dolor roza la piel del otro… y duele hasta pedir socorro… Uno cree que las alegrías son propias y las desparrama por el aire… hasta que llegan renovados jubileos. Uno siempre cree y se imagina. Se imagina que a nuestra piel no le embate el pasar del calendario. A los otros… sí. Que las penas son ajenas. Que las dolencias desconocen nuestro domicilio. Y un día cualquiera ya no cree ni se imagina, porque el sufrir tocó nuestros huesos y se convirtió en una batalla por ganar. Nos quedamos inmóviles en la vera del sentimiento reaccionando ante los vientos contrarios del pensar… Del sentir… Los otros pasamos a ser nosotros. Nosotros pasamos a ser los otros. En esa fusión de los otros y nosotros, coexiste la existencia de lo real… Sin darnos cuenta vamos incorporando los supuestos del etéreo mundo que habitamos y no queremos consumir más bagatelas… Nos sorprende abrir las ventanas y contar las gotitas de la lluvia y deleitarnos en los aromas que emergen de un patio… y entender que el silencio no es sinónimo de soledad sino de un reencuentro. Necesario… Ineludible… Saludable… Afirmo que mi piel se viste con la piel del otro y el otro se viste con mi piel. Escucho… Mi alma me susurra a los oídos y varias voces se mezclan en secretos. Este milagro de meterme en los de afuera produce la magia que ellos, se incrusten en mi ser… Piensan y pienso. Somos todos iguales ante el dolor y la alegría. La perspectiva de igualdad me vuelve inconsistente en esta tarde y me indago y me invento en los otros… Como nunca… Por la vidriera inmortal de las estrellas, se desprenden luces de colores advirtiendo la llegada de una etapa diferente… Cerrando círculos de antaño… Esparciendo manojos de respuestas, con pétalos de esperanzas e ilusiones… Que estimulan mis aciertos y los tuyos. Que fusionan realidades y utopías en el contexto universal de los sentidos…

(PUBLICADO EN MI LIBRO: ABRAZAME VIDA)-
Ester Faride MATAR
Autorìa registrada


Y la hierba crece por sí misma.


El zen no es una filosofía, sino poesía. No propone, sino que simplemente persuade. No discute, simplemente canta su propia canción. Es estético hasta la médula, y para nada ascético. No cree en ser arrogante o agresivo hacia la realidad, sino en el amor. Cree que si participamos con la realidad, ésta nos revelará sus secretos. Crea una consciencia participativa. Es poesía, es pura poesía… igual que es pura religión.

La filosofía está orientada hacia la cabeza; la poesía es más total. La poesía fluye más. La poesía se ocupa más de la belleza. Y la belleza es no violencia, amor, y compasión. El buscador zen mira en la realidad para hallar lo bello... en el canto de los pájaros, en los árboles, en la danza de un pavo real, en las nubes, en los relámpagos, en el mar, en la arena. Intenta buscar la hermosura.

Y claro está, buscar la hermosura tiene un impacto completamente distinto. Cuando buscas la verdad eres más masculino; cuando buscas belleza eres más femenino. Cuando buscas la verdad estás más preocupado por la razón; cuando buscas la belleza estás cada vez más interesado por la intuición. El zen es femenino, la poesía es femenina. La filosofía es algo muy masculino, muy agresivo; es una mente masculina.

El zen es pasivo. Por eso, en el zen sentarse se convierte en una de las meditaciones más importantes. Sólo sentarse... zazen. La gente zen dice que si simplemente te sientas, sin hacer nada, empiezan a suceder cosas. Las cosas empiezan a ocurrir por sí mismas; no necesitas ir tras ellas, ni ellas buscarte a ti, ni tú a ellas. Llegan por sí mismas. Tú simplemente permaneces sentado. Si puedes sentarte en silencio, si puedes caer en una tremenda quietud, si puedes relajarte, si puedes abandonar todas las tensiones y convertirte en un estanque silencioso de energía, sin ir a ninguna parte, sin buscar nada, Dios empieza a verterse en ti. Dios viene a ti desde todas partes. Sólo sentado, sin hacer nada, llega la primavera, y la hierba crece por sí misma.

Osho