Vamos a analizar esto con varios ejemplos. No es lo mismo decir estoy enfermo, que me estoy curando; estoy deprimido, que no estoy en el mejor momento de mi vida; o esto es una catástrofe, que estoy ante un reto.
El estado emocional y las sensaciones que tiene mi cuerpo, mi mente son muy distintas dependiendo de unas frases u otras.
Con sentencias como: estoy enfermo, deprimido o esto es una catástrofe, el poder lo estoy dejando fuera de mí. Son las circunstancias las que tienen el poder y no yo. Ellas pueden conmigo.
Sin embargo cuando utilizo expresiones como: me estoy curando, no estoy en el mejor momento de mi vida o estoy ante un reto, la situación cambia completamente.
En estos ejemplos el poder de manejar la situación lo tengo yo. La situación depende de mí. Esto es lo que los americanos llaman Empowerment, que puede ser traducido como darse poder a uno mismo.
A la hora de hablar y sobre todo a la hora de hablarnos a nosotros mismos, es importante tener en cuenta el lenguaje a utilizar porque éste nos puede potenciar o limitar. Es decir, nos puede ayudar a conseguir lo que queremos, nuestros sueños u objetivos en la vida o todo lo contrario; nos puede llenar de miedos y limitaciones para alcanzar aquello que deseamos.
Por tanto a partir de ahora tenga presente qué lenguaje utiliza en cada circunstancia. Tome conciencia de la importancia de elegir sus palabras y permítase tener el poder de lo que le ocurre.
Recuerde que nuestro lenguaje, en gran medida, crea nuestra realidad y que nuestra realidad es nuestra vida, aunque de esto ya hablaremos en otro momento.
Directora Coordinadora del Programa Máster en Coaching Personal y Ejecutivo (UCJC) Experta en PNL Máster en Coaching (Uni. Anthony Robbins) Coach Personal y Ejecutivo y Socia fundadora de Con-fluir
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