sábado, 12 de enero de 2013

El Payaso Que Hay En Ti


Cuando en 1984 salí de la Universidad de Exeter con mi licenciatura en teatro, ya sabía que quería dedicarme a ser payasa. Pero en aquella época no era tan obvio cómo debía proceder, los payasos del circo guardaban sus conocimientos sobre la técnica cómo secreto profesional, así que había muy pocos maestros.

Actualmente el panorama es muy distinto. Las nuevas generaciones de payasos han entendido el gran valor del tesoro que estaba guardado y no tienen reparos en compartir sus conocimientos. Esto ha coincidido con el despertar gradual de la sociedad occidental, el cual ha significado un cambio radical en las prioridades de muchas personas que ahora entienden que la felicidad y la libertad personal no se hallan en la adquisición material, y que repartir alegría es la mejor manera de ser feliz. Estas personas están ahora interesadas en saber más sobre el arte del payaso, atraídos por el deseo de encontrar su gracia natural, reírse de si mismos y de los problemas y pequeñas “tragedias” a las que nos enfrentamos a diario.

Desafortunadamente mucha gente todavía piensa que el payaso es un simple tonto, y que para ser payaso basta con disfrazarse cómo tal. Mi intención es dejar claro que ambas nociones son erróneas. El payaso no es un tonto, hace tonterías sí, pero eso es de sabios. Leonardo Da Vinci, considerado el mayor genio polifacético de todos los tiempos escribió: “Nuestras mayores tonterías pueden ser muy sabias”. El payaso está, en realidad, más cerca del genio que del tonto. Se permite el lujo de seguir sus impulsos internos, o las ideas que le surgen aunque a primera vista carezcan de sentido o lógica, sin darse nunca por vencido ante las dificultades.

Hacer que la gente se ría es mucho más complejo y fascinante de lo que pueda parecer a simple vista. Requiere no solo talento, entrega y valor, si no también un constante entrenamiento. La nariz roja no hace al payaso, el payaso está dentro de cada uno. En los 15 años que llevo cómo maestra he podido comprobar que todo el mundo tiene un payaso propio, aunque tomar consciencia de su presencia puede tomar tiempo. Para descubrirlo es importante estar preparado para compartir quien eres, con humildad y humanidad, sabiendo que este singular aprendizaje no tiene final previsible, o sea que siempre habrá algo para aprender, desarrollar o perfeccionar, cómo en todas las artes.

Las pautas básicas incluyen el desarrollo en escena de cualidades cómo la autenticidad, la simplicidad, la claridad y la honestidad pero también hay que aprender técnicas de comicidad cómo el reconocimiento del fracaso, la exageración y la expresión ridícula de las emociones. Tener una conexión abierta y fluida con el corazón es absolutamente esencial, porque sin corazón no hay risa. El payaso que hay en ti, por lo tanto, no sólo te hará más sabio sino también más feliz. El siguiente es un comentario de una alumna después de participar en un curso que impartí el pasado mes de julio en Colombia:

“El curso de clown ha sido para mi, una de las experiencias de vida más enriquecedoras que he tenido. Es pura diversión, actividad física, risas, angustias, y compartires. ¡Pero lo serio viene después! Despertaste en mí un arma muy poderosa de interacción con mi entorno, la cual no era consciente que tenía. Seguramente uno tiene esa “gracia personal” con la que anda por la vida, de manera ingenua hasta que de repente después del curso te cae encima esa conciencia como una catarata. Ahora me siento muy poderosa, me siento capaz de enfrentar un montón de cosas y reírme a carcajadas de mis errores.”

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Caroline Dream acaba de publicar el libro “El payaso que hay en ti” (Ed. Clownplanet)

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