martes, 22 de enero de 2013

Fortaleciendo el yo


Cada uno trae, en su equipaje de vida, los recursos que necesita para superar la crisis.

Seca en los mercados, perdí el trabajo, él me abandonó, me dieron un mal diagnóstico, murió un ser querido, etcétera. Sabemos decir muchas veces y otras escucha decir, estoy pasando por una crisis.

Pero, ¿por qué se siente tanto temor ante una crisis?. ¿Por qué se habla de un antes y un después?. ¿Sabemos qué es lo que ocurre cuando eso sucede?. ¿Qué es una crisis?.

Es el momento en el que sentimos que perdimos las herramientas que hasta ese instante nos permitieron afrontar los acontecimientos. Nos damos cuenta de que carecemos de la posibilidad de prever o predecir el futuro. Frente a una situación crítica, no todas las personas reaccionan de la misma manera, algunas suelen quedar paralizadas, otras siguen actuando en huida hacia delante sin ningún tipo de guía que permita una mínima planificación.
Al carecer de un proyecto que sostenga la acción y al permanecer o avanzar a ciegas, la desesperación primero y la desesperanza después, serán los sentimientos dominantes. La sensación de no tener futuro y la falta de confianza en la propia capacidad para modificar la situación, puede provocar un estado desestabilizador e invalidante.

Frente a la incertidumbre que trae aparejada las situaciones de crisis, es inevitable y hasta natural que se genere una gran expectativa respecto del futuro inmediato. Y ahora, ¿qué pasará?.

Tocamos a nuestro alrededor, en los acontecimientos externos, el alivio a la sensación de desasosiego y vértigo semejantes a la que siente una persona al borde de un precipicio. Creemos entonces que lo externo es la salida tranquilizadora pero, sino parece una solución salvadora, casi milagrosa, cosa que raramente ocurre, la desesperanza se apodera, el pesimismo aumenta y generalmente se barajan los brazos con una actitud de entrega derrotista.

En una crisis, a veces quedarse quieto por un tiempo reducido puede ser toda una estrategia, pero esto sólo sucede si durante ese tiempo respiramos profundamente y decidimos hacernos cargo de la situación que nos abarca. Decidimos que tomarse ese espacio de tiempo pueden llegar a tener sentido si lo utilizamos para evaluar la situación y en consecuencia determinar los próximos movimientos. Tramo importante distinguir entre una actitud de parálisis por temor extremo, de una actitud de sabio discernimiento. Ese momento donde se diferencian los temerarios de los valientes. Los valientes no son irreflexivos ni inconscientes, tienen clara conciencia del peligro, pero toman los riesgos con prudencia y madurez. Se trata entonces de, afrontar los riesgos sin buscar el peligro.

En la crisis, es necesario una nueva organización de las formas de afrontamiento de los problemas. Se ponen a prueba las auténticas y hasta ese momento desconocidas posibilidades de un individuo. Cuando escuchamos decir que la crisis significa peligro y oportunidad, se está hablando de esto mismo. El peligro es la desorganización y la oportunidad es la posibilidad de generar nuevas formas que sean tan eficientes o mejores que las que se perdieron. La peor de las entregas frente a una crisis es la indiferencia. Primero porque ésta no se puede ignorar, y segundo, porque es imposible permanecer indiferente frente a ella. Es por eso necesario partir de la idea de que se puede rediseñar el futuro.

Cabe aclarar que no nos mueve una lectura ingenua del famoso tú puedes vacío de contenido que quizá se logra confundir. Sin dudas valoramos la voluntad, pero siempre diferenciando la del voluntarismo. Hacerse cargo de uno mismo no se logra imaginando que, mágicamente, nuestra realidad de cambiará de un momento para otro por el solo influjo del deseo. Se impone entonces prescribir una mirada cruda y realista que no oculte ni disfrace las diferencias culturales y completos trece deberán afrontar. Se logrará de esta manera acordar con nuestro propio yo adulto. Y de esa forma, adulta mente, se comenzará a diseñar un nuevo proyecto de vida. Quizá parezca un término rimbombante y presuntuoso, pero, ¿cómo apostar al futuro sin tener la guía, el mapa que nos permita orientarnos?. Es el nuevo proyecto que diseñamos para nuestra vida lo que nos permitiera arribar al destino.

Es imprescindible comprender que, ante la inestabilidad que producen las crisis, hay muy pocas posibilidades de descansar en un proyecto de vida tal como el que se venía gestando. Porque después de la conmoción que se produce, nadie permanece igual a lo que antes era. Fue modificado por la misma y eso no es necesariamente malo. No podemos permitir que el desaliento y el desánimo no sigan en con su pronóstico de fracaso.
Es conveniente permitirse observar detenidamente las ruinas arqueológicas, porque de ellas está el germen de la transformación.
Cuando perdemos el rumbo podemos sentir que no hay salida, es entonces cuando debemos abandonar el sentimientos de impotencia para concentrarnos en los recursos que debemos fabricar. Quizás el término se inadecuado, porque, seguramente, los recursos fueron fabricados hace tiempo, pero al no haber sido requeridos frecuentemente fueron enviados al depósito.

Fuente: Hermandad Blanca 

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