viernes, 22 de febrero de 2013

Una gran familia

La fuerza de los elementos tiene el poder de darnos la vida, de mantenerla, de transformar, de purificar, de crear, de construir, de transportar y de sostener el equilibrio y la armonía de todas las cosas.

Cada elemento tiene un poder, tiene un don, tiene un espíritu.

Los elementos se retroalimentan, se crean y se controlan armoniosamente.

El hombre que se sale de la ley natural y usa inadecuadamente el espíritu de los elementos, crea la inarmonía, el desequilibrio, la enfermedad, la autodestrucción y la destrucción de todas las cosas.

El hombre que respeta y fluye con el espíritu de los elementos, alcanza la armonía consigo mismo, con la naturaleza y con el universo, y en este estado de paz, se expresa humildemente diciendo, que el abuelo fuego lo conoce, que la madre tierra lo conoce, que el hermano viento lo conoce y que la hermana agua lo conoce:

El abuelo fuego que a través de sus lenguas, le habla al hombre de corazón, y le muestra el libro de la sabiduría, y le muestra la pantalla del tiempo circular, en donde el pasado, el presente y el futuro son uno, y entonces se ve la historia de toda la humanidad y de todas las cosas; nos muestra nuestro propio destino y nuestro propio corazón en el fuego sagrado, en el sol y en la esencia de todas las cosas.

La hermana agua que a través de su transparencia nos muestra nuestra esencia, y como una pantalla nos permite contemplar las escenas de nuestras vidas, dialogar con nuestros hermanos, y navegar en sus profundidades para encontrarnos con la pureza, con la vida, con la energía y con la señora divina; para bañarnos en su bondad, en su amor, en su luz y en su misericordia infinita.

El hermano viento, el aliento de vida, el soplo divino que circula en todo nuestro cuerpo y que penetra nuestra alma, que levanta nuestro vuelo y nos pone en contacto con el padre eterno, que circula en toda la tierra y en toda la creación, que susurra en nuestros oídos los mensajes de los ancestros y los mensajes de los hombres de corazón y que trasmite nuestros propios mensajes con precisión.

Nuestra madre la tierra, que nos acoge, que nos alimenta, que nos viste, que nos proteje, que nos arrulla, que nos canta, que nutre nuestras almas con su belleza y sus fragancias, que nos cura, que nos cuida y que nos inunda con su energía amorosa; y que abre el libro de la sabiduría infinita ante nuestros ojos, para aprender las lecciones, los mensajes, los secretos y las enseñanzas que nos comparten cada una de las criaturas de la naturaleza y de la creación.
Unificartes

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