Al dar y al recibir, lo más importante es la intención.
La intención debe ser siempre crear felicidad
para quien da y para quien recibe,
porque la felicidad sostiene y sustenta la vida y,
por lo tanto, genera abundancia.
La retribución es directamente proporcional a lo que se da,
cuando el acto es incondicional y sale del corazón.
Por eso, el acto de dar debe ser alegre;
la actitud mental debe ser tal que se sienta alegría
en el acto mismo de dar.
De esa manera, la energía que hay en el acto de dar
aumenta muchas veces más.
En realidad, practicar la ley del dar es muy sencillo:
si deseamos alegría, demos alegría a otros;
si deseamos amor, aprendamos a dar amor;
si deseamos atención y aprecio,
aprendamos a prestar atención y a apreciar a los demás;
si deseamos riqueza material,
ayudemos a otros a conseguir esa riqueza.
Es decir, la manera más fácil de obtener
lo que deseamos es ayudar a los demás
a conseguir lo que ellos desean.
Este principio funciona igualmente bien para las personas,
las empresas, las sociedades y las naciones.
Si deseamos recibir el beneficio
de todas las cosas buenas de la vida,
aprendamos a desearle en silencio
a todo el mundo las cosas buenas de la vida.
Incluso, la sola idea de dar,
el simple deseo o una sencilla oración
tienen el poder de afectar a los demás.
Esto se debe a que nuestro cuerpo,
reducido a su estado esencial,
es un haz individual de energía e información
en medio de un universo de energía e información.
Somos haces individuales de conciencia
en medio de un universo consciente.
La palabra “conciencia” implica mucho más
que energía e información –implica una energía
y una información que viven en forma de pensamiento.
Por lo tanto, somos haces de pensamiento
en medio de un universo pensante.
Y el pensamiento tiene el poder de transformar.
La vida es la danza eterna de la conciencia,
que se manifiesta como un intercambio dinámico
de impulsos de inteligencia
entre el microcosmos y el macrocosmos,
entre el cuerpo humano y el cuerpo universal,
entre la mente humana y la mente cósmica.
Cuando aprendemos a dar aquello que buscamos, activamos esa danza y su coreografía con un movimiento exquisito, enérgico y vital, que constituye el palpitar eterno de la vida.
Deepak Chopra
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