viernes, 5 de octubre de 2012

¡No se puede Amar lo que no conocemos!


El otro día leí esta frase y algo me llegó al Alma. ¿Cómo pretendemos amarnos si apenas nos conocemos? Esta pregunta empezó a abrir en mi mente un sinfín de puertas a una velocidad de vértigo.

Sobre el portal del templo de Apolo en Delfos estaba escrito: “Conócete a ti mismo”.Esta era la premisa para ingresar en los misterios. Su sabiduría heredada de los misterios egipcios y persas no podía ser más explícita.

El aspirante debía guardar silencio en las primeras etapas de su aprendizaje y observarse por dentro y por fuera, así las palabras que salieran de sus bocas serían como mínimo tan bellas como el silencio o no las pronunciarían.

Regresando al presente, vemos una sociedad que está acostumbrada a no pensar, a recibir información en cada momento, radio, televisión, periódicos, anuncios, internet, etc. Llena todas las mentes con cosas intrascendentes, superfluas, vánales al fin y al cabo. Todo esto lo aleja de conocerse así mismo y al mismo tiempo de amarse plenamente y conscientemente.

La cultura occidental nos insta a que debemos tener una actitud correcta, que debemos portarnos bien, que debemos ser éticos, pero no nos dan las herramientas adecuadas para empezar esta construcción, en la que cada uno de nosotros es una piedra fundamental del edificio llamado humanidad.

Para amarnos, debemos dar sentido a nuestra función como “piedra” del edificio y modelarla en función del fin último. Si no conocemos que lugar ocupamos en la construcción y cincelamos una forma equivocada, el edificio entero está en peligro, ya que el orden necesario, para esa construcción llena de armonía, no se ha conseguido.

Los instintos nos asaltan constantemente en la vida y la mayoría intentamos reprimirlos, dominarlos y encerrarlos en la “sombra” para no verlos, pero así cómo la sombra real que produce el sol nos hace conscientes de que tras nosotros hay Luz, así la sombra que no queremos ver pero que sabemos tenemos dentro de nosotros, nos saldrá cuando menos lo esperemos y más fortalecida si cabe.

Al enfrentarnos a esa “sombra” y sacarla a la Luz de la consciencia, nos hará reaccionar y tomar decisiones coherentes para solucionar el temor, decisión o perdida que nos tiene bloqueados, manifestando así la Luz y la Paz que produce su solución.

El conocimiento de nuestro interior, nos lleva a poner primero los pies en el suelo, a vernos tal y como somos, con nuestros defectos y virtudes y al mismo tiempo encontramos el principio de la búsqueda al preguntarnos ¿Por qué estoy aquí? La respuesta se encuentra cuando empezamos a amarnos tal y como somos, a perdonarnos de corazón, ya que esa luz es la que nos da sentido, nos da la seguridad de que el verdadero amor está dentro de todos nosotros y que es reflejo del Amor Universal que se manifiesta en la armonía, la verdad y la vida en todos los niveles de la existencia.

Ese es el primer paso para amar a todos los seres y por ende a Dios, ya que llegamos a él, al conocer su creación, al reconocernos parte de él, al amarlo plenamente hasta fundirnos en un solo ser, donde la entrega es total, la confianza es real y hacemos su voluntad y no la nuestra…

Al sentir que somos parte del Amor Universal, y que nuestros actos mundanos están llenos de condicionamientos, de reacciones aprendidas, de hábitos subconscientes, que realmente no forman parte del Alma sino que son velos que hay que ir quitando para contemplar realmente la verdadera Luz que desprende nuestro interior, el perdón es inmediato, ya que aprendemos de todas las experiencias.

Es necesario equivocarse, es necesario vivir todos los aspectos del ser, para poder encontrar la armonía. Jesús dijo: “No juzguéis y no seréis juzgados” (Mt 7 1-5). Estoy seguro que los seres de Luz que nos cuidan junto a nuestros seres queridos del Azul, no nos juzgan, sólo nos mandan su Amor, ven nuestro cuerpo glorioso y nuestro corazón, pasando los normales y necesarios errores de la mente humana a un segundo plano.

Recordemos que no podemos AMAR y PERDONAR lo que no conocemos…

Quiero conoceros, y al mismo tiempo, seguiré profundizando en mi mismo para poder a llegar a ser uno con vosotros.

Un abrazo lleno Paz en vuestro interior!
Guillermo J. Recourt

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