Creemos, con una mente afiebrada que el otro en un punto nos pertenece, un hijo, una pareja, aquel que el día nos traiga, e intentamos que nuestras creencias se impongan sobre el; creencias absolutamente fallidas por otra parte, porque jamás nos hicieron felices a nosotros mismos, y a pesar de eso, las seguimos repitiendo en forma reiterada, automática, patética, como queriendo convencernos de que mas vale malo conocido , que bueno por conocer. Seguimos dependiendo de la mirada de los otros, del gusto de los otros, de la opinión de los otros, seguimos comprando y vendiendo, nuestro derecho a ser apreciados, convocados, considerados. Queremos gustar afuera, porque todavía no hemos descubierto nuestros tesoros internos, los únicos reales, los recursos ilimitados, con los que vinimos a este plano, y que todavía permanecen dormidos, en estado de hibernación, o de amnesia que ya se pasa de transitoria.
Mentimos, negociamos, especulamos, podemos hacer de todo, con tal de que el otro no se vaya de nuestras vidas, o en todo caso, se vaya cuanto antes, para que aparezca otro. Sigue la búsqueda de muletillas, para tapar, con mascaras y maquillajes, los tesoros, ocultos, en nuestra conciencia. Es hora de ir despertando, de crecer con firmeza y dicha, de hallar el deleite, de esta experiencia, en el planeta, lugar perfecto, para haber experimentado primero el contraste de lo que no somos, para zambullirse en plenitud en lo que siempre fuimos, pero hasta ahora no nos hemos atrevido a vivir.
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