Hay dos tipos de seducción. Cuando un hombre seduce a una mujer, es enérgico. Lo intenta de todas las maneras, toma la iniciativa, pone una trampa, realiza todos los esfuerzos que puede. Una mujer seduce de un modo totalmente diferente. No toma la iniciativa, no pone ninguna trampa, no persigue al hombre; de hecho, finge no tener mucho interés. El hombre puede fallar, pero la mujer jamás falla... esa es la seducción femenina. Su trampa es muy sutil. No se puede huir de ella; carece de escapatorias. Y sin perseguiros, os persigue. Os obsesiona en sueños... jamás llama a vuestra puerta, pero os obsesiona en sueños; jamás muestra algún interés, pero se convierte en la fantasía más profunda de vuestro ser. Ese es el truco femenino.
La energía femenina escapa. Ese es el juego.
No es que una mujer realmente desee escapar; practica al juego del escape. Si un hombre aborda a una mujer y esta se encuentra preparada para irse a la cama con él, el hombre empezará a sentirse un poco preocupado. ¿Qué le pasa a la mujer? Porque no se ha ejecutado el juego. ... La belleza del amor no radica tanto en el amor como en el juego amoroso. Se realizan tantos esfuerzos... el cortejo. Pero este solo es posible si la mujer retrocede. Comprobadlo. Siempre que estéis hablando con una mujer, si os interesa, retrocederá y vosotros avanzaréis. Pero siempre hay una pared, de manera que la mujer choca contra la pared; entonces queda atrapada. Siempre avanza hacia la pared... ¡también eso es intencionado! Todo es intencional. Forma parte del juego, y es un juego hermoso.
La gente jamás se encuentra tan feliz como durante el cortejo, porque se trata de una persecución. Básicamente el hombre es un cazador, de modo que cuando la mujer es perseguida, y se aleja, tratando de esconderse, evitándolo, diciéndole que no, el hombre se enciende más y más. El desafío se toma intenso; hay que conquistar a la mujer. En ese momento está dispuesto a morir por ella, o a hacer lo que sea necesario, pero hay que conquistarla. Debe demostrar que no es un hombre corriente.
Pero una vez que están casados, entonces... porque todo el interés radicaba en la persecución, en lo desconocido, en que en apariencia la mujer era inconquistable. Pero, una vez que ha sido conquistada, ¿cómo se puede mantener el viejo interés? Como mucho se puede fingir, pero el viejo interés no se puede mantener.
Habéis observado que la misma mujer que hoy es hermosa puede que mañana no lo sea, o que incluso se convierta en un incordio? Hoy os morís por conseguirla, ¡y mañana queréis moriros para deshaceros de ella! Es extraño... ¿qué fue de la belleza?
La belleza está en vuestro interior. Y cuando le concedéis a la mujer libertad para ser ella misma, o al hombre libertad para ser él mismo, funcionan como un espejo. En cuanto empezáis a decir: «Deberías ser esto o aquello», no permitís que el hombre o la mujer sean un espejo, comenzáis a convertirlos en una película virgen dentro de una cámara fotográfica.
Un espejo siempre está vacío, por eso puede seguir reflejando de forma continua, toda la eternidad. La película virgen se acaba solo en un reflejo, porque solo aferra ese reflejo. No es un espejo.
Si nuestras relaciones con las personas contuvieran esta gran comprensión, que al otro debería permitírsele libertad total para permanecer siendo lo que sea, quizá con cada momento se podría revelar más y más belleza. Cuando las personas no son posesivas entre sí sienten la belleza. En cuanto se casan, las cosas comienzan a ponerse difíciles, porque una nueva posesión hace acto de presencia. Y siempre veis lo que deseáis ver. Cuando la mujer no estaba disponible, representaba un desafío... y cuanto mayor el desafío, más hermosa era. Pero una vez que está encadenada, el desafío se ha perdido y la belleza desaparece. Los más grandes amantes son aquellos que jamás se encuentran. El encuentro es una tragedia.
Parece que en la vida todo lo que os resulta hermoso solo es hermoso porque no es vuestro... la hierba es más verde del otro lado de la valla. No es la realidad, porque el vecino tiene el mismo problema... cuando ve vuestro jardín, la hierba es más verde. Es un espejismo que crea la distancia.
A los amantes que mejor les va en el mundo es a aquellos que no se conocen. Provocan las historias más románticas y hermosas... sin riñas ni peleas. Y jamás llegan a averiguar que «Esta no es la mujer para mí ni yo soy el hombre para esta mujer». Nunca alcanzan la suficiente intimidad para saber eso. Pero, por desgracia, la mayoría de los amantes llegan a casarse. Es el accidente más desdichado de la vida. Eso destruye toda la belleza; de lo contrario, habrían sido Laila y Majnu, Romeo y Julieta, Tristán e Isolda, grandes amantes de la historia. Pero esos grandes amantes jamás vivieron juntos en un apartamento de un dormitorio.
Primero creáis a un hombre hermoso y luego os ponéis a perseguirlo. Y pasados unos días de vivir con un hombre o una mujer hermosos, todas las fantasías se desmoronan. De pronto sois conscientes, como si os hubieran engañado, de que esa mujer tiene un aspecto corriente. Y pensabais que era una Laila o Julieta, o pensabais que era un Majnu o Romeo, y de repente, después de unos días, los sueños se han evaporado y la mujer se ha vuelto corriente o el hombre se ha vuelto corriente; entonces os sentís disgustados, como si la otra persona os hubiera engañado. Nadie os ha engañado y nada ha desaparecido del hombre o la mujer; lo que se ha esfumado es vuestra propia fantasía... porque las fantasías no se pueden mantener. Podéis soñar con ellas, pero no podéis mantenerlas durante mucho tiempo.
Las fantasías son fantasías! De modo que si de verdad queréis continuar en vuestras fantasías, entonces, al ver a una mujer hermosa, alejaos de inmediato de ella todo lo que podáis. Entonces siempre la recordaréis como la mujer más hermosa del mundo. De esa manera la fantasía jamás entrará en contacto con la realidad. No se quebrará. Siempre podréis suspirar y cantar y llorar por la hermosa mujer... ¡pero nunca os acerquéis a ella!
Cuanto más os aproximéis, más realidad, más realidad objetiva, se revelará. Y cuando se produzca un choque entre la realidad objetiva y vuestra fantasía, desde luego ya sabéis quién saldrá derrotada: vuestra fantasía. No se puede vencer a la realidad objetiva.
El matrimonio debería tener lugar únicamente cuando la luna de miel ha llegado a su fin. Cuando dos personas, que se conocen bien, deciden estar juntas, no se trata de una cuestión de conquista ni de algo nuevo. No es que se deciden por el matrimonio porque quieren conocerse; se deciden por el matrimonio porque se conocen. Es algo totalmente diferente.
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